jueves, agosto 27, 2009

Ataque.

Barcelona es el chico pequeño que juega con su hermano mayor en la noche. Su hermano es un tipo de unos 20 años, estatura media y pantalones rotos. Su camisa es sólo un ejemplo más de que el paso del tiempo no perdona nada, ni siquiera a las camisas. Con una mirada revuelta y ojos verdes "el Mari" como le dicen sus amigos sólo se preocupa por la lata vacía para el futbol; la mota y la chela serán para después.

Ring... Ring... (El teléfono suena)

El Mari detiene la goliza propinada a su hermano por un momento. -Espérame Barcelona, deja contesto- Barcelona mira impacientemente la lata mientras su hermano saca un teléfono celular de su bolsa; robado, seguramente.

-Hola.- Dice el Mari con su cara loca. Del sonido del celular se escuchan varias voces que hablan al mismo tiempo y hacen eco en la oscuridad de una calle mal iluminada. -Sí, yo te lo llevo, esperáme con Claudio-. fue la frase con la que el Mari terminó la conversación antes de cerrar el celular.

-Barce, vete a la casa y traeme un suerter del cajón de mi papá y me lo traés- El Mari, debido a su autoridad ganada a punto de ser el primero en nacer, no duda de pedir un pequeño favor a su hermano.

-¿Hasta la casa ahorita? Está relejos, mejor vé tú-. Le respondió Barcelono mientras miraba la lata vacía alejarse porque el Mari la había pateado bajo un carro.

-Ándale, no seas mala onda y te dejo meter un gol-.

-Que sean dos y va-. Su voz dió un pequeño salto y los ojos le brillaron. Ya sabía que el Mari siempre lo compraba con dos goles y a veces tenía que ponerle unos chetos amarillos, pero hoy no tenía ganas de chetos.

-Ya estás cabrón, pero vete en friega-. Así que todo quedó negociado a dos goles cuando Barcelona llegara. Tardó dos minutos corriendo desde donde estaban hasta su casa en el callejón 2 sin número, al fondo y donde está la reja rota. Entró como rayo. Su mamá lanzó un grito. -¡Quién anda ahí!- más por costumbre que porque le interesara; estaba la novela de las 10.

-¡Nada más vengo por un suerter!-. Subió presto las escaleras, revolvió un cajón y salió de regreso. Todo había sido hecho en 5 minutos en total.

Al regresar, se detuvo exhausto. Miró a ambos lados, se asomó a la tienda y no vió a su hermano. Al fondo de la calle unas luces se escuchaban (sí, las luces se escuchan) y le llamaron por su nombre:

-Barce, ven, tienes que ver esto-. Hipnotizado por el destello azul y blanco sólo pudo caminar unos veinte, o quizá treinta, metros y se detuvo. La luces se fueron y las voces también. Miró horrorizado.

En el suelo corría sangre y su hermano nadaba en ella. Desfigurado, con el rostro aplastado el Mari yacía muerto. Sus ojos estaban llenos de espanto y había víceras por todos lados. Parecía que hubiera explotado por dentro.

Barcelona no podía creer nada. Sólo había ido por un sueter. Levantó la mirada, no había nadie, ni un ruido, ni un respiro.

Ring... Ring... (El teléfono suena)

Una pequeña luz azul y blanca sale de la pantalla del celular y de nuevo, las luces llaman a Barcelona:

-Contesta el celular-.

Incrédulo y obediente Barcelona contestó el celular.

-Bu, bueno....- Al fondo no se escucha nada. Barcelona mientras sólo mira hacia algún lado buscando a una persona o un auto, esperando que todo fuera un sueño y que pronto despertara.

-¿Bueno?- repite Barcelona tímidamente y las lágrimas empiezan a correr por su rostro y en el fondo sólo se escucha una voz:

-Barce, ¿trajiste mi sueter? Tengo frío y miedo, no sé dónde estoy...- Era la voz de su hermano.

Desesperado, Barcelona soltó el celular y salió corriendo hacia su casa lleno de lágrimas y gritando por su madre.