jueves, marzo 26, 2009

Pavo.

Cuando pienso (cuando pienso...) en las diferentes formas en que me he ido desenvolviendo estos últimos años tampoco puedo dejar de pensar en mis amigos, hermanos, familia y personas amadas.

Y pues ahí está, uno de esos irremediables efectos de "crecer" es que poco a poco se hace más difícil convivir con los cuates, amigos, familiares y personas amadas; sin embargo, y gracias a Dios, aún existen ángeles en la tierra. Sí, de aquellas personas que te encuentras en el autobús, mercados, tiendas o tranporte público, que parece que Dios te ponen en el camino para salvarte la vida, o más mundanamente que te pueden alegrar el día con un simple saludo. "Hola, cómo estás" y me es suficiente para volver a este mundo luego de un pequeño viaje mental y posar de nuevo mis piés sobre la tierra. ¡Que lindos son los ángeles!, aunque casi siempre se encuentren con un pequeño diablo a quién le es difícil encontrar el camino de regreso a este planeta :P

martes, marzo 24, 2009

Selene.

Aquel ser, impenetrable, sólido y deambulatorio se movía entre el pasto y los arbustos de mi viejo patio. Daba un paso mirando hacia todos lados, se detenía y volvía a mirar. Al principio pensé que era un sueño o uno de esos monstruos que suelen vagar en las noches por los lugares desolados, así que no le presté mucha importancia; sin embargo, y a diferencia de los monstruos nocturnos, este ser dio un par de vueltas, reconociendo, olfateando buscando algo entre las plantas y mi jardín y, entre la noche, pude escuchar leves suspiros y sonrisas.

La sombra en cuestión pronto tomó forma de un pequeño humano como aquellos que suelen caminar por las calles a medio día formando hileras de interminables paraguas y vestidos negros, pero este humano era algo diferente a lo que yo me había acostumbrado ver.

La noche seguía reinando pero faltaban pocas horas para que el Sol marcara el inicio de un nuevo día. Mi sueño había sido interrumpido por los constantes movimientos y sonidos de una pequeña niña de lindos ojos marrón y pequeño vestido amarillo que entre la noche vagaba por mi jardín. Aquella pequeña sombra amarilla y marrón, luego de meditar y asegurarse que todo estaba en orden dio un pequeño salto hacia mi árbol, trepó como un pequeño gato entre las ramas y subió ligeramente entre hojas y espinas hasta llegar lo más alto que pudo. La última rama estaba a unos pocos centímetros de mi edificio y la pequeña niña finalizó su recorrido con un gracioso salto hasta uno de los balcones del viejo edificio abandonado. Con un elegante movimiento tomó asiento en el borde de aquel balcón, sacó de una bolsa que colgaba a su costado unos binoculares negros que estaban sujetos por una cuerda negra de cuero, los limpió y se aseguró que no habían sufrido daño alguno en aquel subir de árbol. Cuando se asomó por ellos miró el árbol y luego miró justo hacia donde yo estaba; pareció mirarme un poco y luego siguió mirando hasta enfocar su vista en el cielo de aquella madrugada de invierno.

Pasaron unos instantes, unos cuantos suspiros y luego volteó un poco más arriba y empezó a examinar el cielo nocturo. A diferencia de lo que se podría pensar de una niña sentada en medio de la noche, ella no parecía lucir cansada, o extrañada, es más, lucía más bien despreocupada y muy tranquila. Situada a pocos metros de mi hogar, ella parecía tararear una pequeña melodía; suave, hipnótica levemente iba inundándome con un pequeño supor.

-¡Hola!- dijo ella, al parecer, dirigiéndose hacia el cielo, o el aire o a alguién sentando junto a ella y yo un poco hipnotizado aún sólo pude voltear un poco la mirada hacia un lado suyo, arriba y abajo y no logré encontrar a nadie más.

-¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?- dijo ella luego de un instante.

Fue una situación muy rara. Nunca antes había escuchado hablar a un humano. La mayor parte del tiempo sólo corren por la banquetas o conducen sus autos en medio de avenidas yendo de aquí para allá, al parecer, sin sentido alguno. Algunas ocasiones he podido mirar a algunos humanos hablando, comiendo y dejando migajas y restos de comida que son los alimentos que salgo a buscar en las mañanas. A pesar de haberlos conocido hace mucho tiempo, sus voces son más bien una mezcla de sonidos guturales y gruñidos que sólo ellos parecen entender. Mi padre decía que los humanos eran los seres más tristes de todos los que habían sobre la tierra; no sabían cantar y no podían volar, así nunca supe nada de ellos hasta esa noche.

-¿Qué pasa, no sabes hablar?- la pequeña niña dejó de mirar por sus binoculares, los colocó junto a ella y luego miró hacia mí.

-Mi nombre es Selene- murmuró ella - y tú... ¿cómo te llamas?- me preguntó y una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro.

-¿Mi nombre? - qué era un nombre -... no lo sé. - dije, y entonces el silenció gobernó sobre mí.

jueves, marzo 19, 2009

Albanene 0.1

Luego de un recorrido nocturno todo parecía normal. El sonido de los autos al pasar y el aire que estos movían era el último impulso que necesitaba antes de llegar de nuevo a casa. Había sido una mañana normal, común como todas las demás. Mis alas negras y cafés, extendidas bajo la luz de un medio día perfecto sostenían mi cuerpo rodeado de plumas y migajas de pan. El viento soplaba y este refrescaba mis ojos, surcaba dentro de un pico amarillo, rodeaba mi cuerpo y volvía a impulsarme hacia adelante, de nuevo a casa.

No pasó mucho tiempo antes de llegar de nuevo a aquel árbol donde algún tiempo antes había podido esconder una construcción de paja, hilos y restos de basura que se volvería mi hogar. Ahí, escondida en medio de espinas estaba mi descanzo. Volé un poco sobre el charco de siempre, ese que se llenaba con la gotera de una vieja tubería y que nadie antes, ni después, se atrevería a reparar. Bebí, mojé mis plumas y con un poco de paciencia y algunas sacudidas pude quitar de encima de mí los últimos rastros de una mañana de trabajo. Es difícil entender la vida de un ave como yo. Cuando suelo platicar de todo aquello que realizo durante la tarde, aquellos con los que platico suelen aburrirse luego de algunos minutos. Tendrían que pasar varios años de una vida aviaria antes de poder entender el por qué del aburrimiento de algunos.

Como sea, luego de mi incesante búsqueda alimenticia y de una limpieza extenuante llegué de nuevo a mi nido a continuar con mis deberes. Como toda buena ave que sea como yo y que sea digna de ser considerada un orgulloso portador de una alas, empecé con la honorable tarea de recontar, reorganizar y fortalecer mi amado hogar. Como solía decir mi padre cuando yo apenas era un polluelo: "Un hogar firme es un hogar feliz y hogar firme sólo puede lograrse recontando, reorganizando y fortaleciendo las bases del hogar." Así, cuando pude por fin encontrar el árbol que sería mi nuevo hogar y vida, cuidé todos los días de llevar a buen fin aquella encomienda de mi padre. La tarea, a pesar de aparentar ser difícil y engorrosa, me resultaba sencilla. Así que empece por quitar una pequeña madeja de hijo azul del lado izquierdo del nido, lo desenredé con un movimiento de cabeza y plumas y lo coloqué en el otro costado del nido; luego una pequeña rama, un poco de pasto y algodón pasaron por el mismo proceso. Cuando terminé de quitar y reorganizar até todo nuevamente con un poco más de fuerza que el día anterior y como un pequeña máquina de coser junté todo en el lugar que antes estaba, agregando un poco de nuevo material, lodo y saliba. Luego de hacer esto con la parte este lo hice con las siguientes: norte, sur y oeste. Finalmente el trabajo de ese día terminó y como pude comprobar mi nido era aún más lindo que al comenzar aquel día.

No tardó mucho en caer la noche. Los autos dejaron de pasar y el ruido cesó un poco. Tomé un poco del trozo de galleta que había estado guardando dentro del nido y comí; bajé de nuevo hacia mi almacén de agua y de vuelta. Había llegado la hora de mirar y cantar a las estrellas. Cuando había pasado algún tiempo desde que nací, mi padre me dijo que sólo las aves habíamos sido creadas para contemplar el cielo y cantar a las estrellas. Así, cuando crecí y encontré calor en mi nuevo hogar, nunca pude olvidar las palabras de mi padre y todas las noches subía a lo alto de mi edificio, y digo mío porque gracias a mi seguía en pie, y tomé un lugar a la orilla junto a las demás aves que cantábamos al cielo. Cerré mis alas, alcé mi pico, tomé un gran respiro y con mi voz canté a las estrellas. El resto del coro se unió a mí y fue una noche de lindos cantos y suaves voces de aves que miraban las estrellas y que con toda su fuerza alzaban su voz.

Al finalizar aquella noche todas las aves nos dispersamos y cada uno partió a su hogar. Descendí hacia mi hogar en una tibia corriente de aire, avancé entre las espinas de aquel árbol y finalmente había llegado el tiempo de dormir. Tomé un último sorbo de agua y atrapé una pequeña araña que se introdujo a mi nido. La noche había terminado, el sonido de las personas caminando por la calle, las luces altas de camiones y autos poco a poco se habían ido reduciendo hasta casi desaparecer. Contemplé las estrellas por última vez y aquella noche cerré los ojos y finalmente pude descansar.

Casi al finalizar la noche: un ruido. Mis alas se movieron respondiendo a algún otro movimiento. Había silencio y oscuridad así que no pude reconocer la figura que curiosamente se movía entre las sombras y luces artificiales de unas viejas lámparas. Tardé un poco en poder fijar mi mirada en aquel animal nocturno. De conocer el destino que me esperaba quizá nunca hubiera descendido de mi nido.

miércoles, marzo 11, 2009

Servicio nocturno.

Libres, cabezas rapadas. Somos el grupo radical, cristiano, devoto, fiel y leal a la Divina Providencia. Levantándonos en medio de una palestra de indecisos corderos, buscamos la entrega de la nueva paz. Luchamos por el ideal de la nueva religiosidad; peligrosos indecisos, cazadores de cabezas humanas, de pieles y cabellos. El dedo izquierdo de Dios.

No corran; no hay lugar, ni refugio. ¡Nos encontraremos!

El homicidio, un deber; el suicidio, una obligación.

¿Me temes?... Deberías. :p

domingo, marzo 01, 2009

El amor es púrpura.

Detrás de una sencilla puerta se esconden los secretos mejor guardados de los humanos. Detrás de esta puerta se esconde el amor, la pasión y la felicidad. La llave es una simple, monosílaba, y sonora pálabra: sí.

Hoy en día tener una familia es así de simple; un tris, un chasquido de dedos o una mera informalidad. Un día sales y caminas por algún paraje citadino (o campestre si así mejor conviene) y conoces a una linda chica. Una platica informal, algún pequeño gesto y una señal. Salen, ríen y conversan sobre lo último de lo último de algún tema en común. Se aman y posteriormente hay una linda boda en algún paraje campestre (o citadino, según convenga a los interesados). Posteriormente tendrán hijos, los criarán y, si toda sale bien, terminarás muriendo sobre una suave cama blanca rodeado de flores.

Sí, hoy en día es tan sencillo: morir, críar, amar, reír, platicar, caminar, salir y conocer... ¡es tan simple vivir!

¿Qué? ¿Por qué me miras así? ^_^