sábado, enero 23, 2010

Oración simple.

Querido Dios, hace ya mucho tiempo que no nos hemos visto y poco recuerdo de quién eres tú o quién soy yo, irónicamente parece ser que ha pasado mucho tiempo desde que cualquiera te haya visto. Cómo sea, hace tiempo que quisiera platicar contigo y preguntarte tantas cosas.

No creo, no porque creer vaya en contra de mis principios, que seas de aquellos dioses que camina libremente y a la vista de todo mundo sobre las banquetas, o que te pudiera pedir una cita para tomar un rico café de olla en un lugar alejado de las muchedumbres y de la gente; a pesar de eso, quizá a razón de eso, es que me gusta escribir cartas que pienso que algún día pudieras leer.

¿Recuerdas la última vez que platicamos? Seguramente sí, y de la misma forma debes de recordar aquella última carta que te escribí y de la que poco, recuerdo. Sin embargo, de aquellas cosas que aún quedan en mi memoria me gustaría hacerte saber que muchas de ellas siguen pié.

Sé, o recuerdo que alguien alguna vez me dijo, que tampoco eres de los dioses comunes que cumplen caprichos o deseos a diestra y siniestra; posiblemente puedas cumplirlos a diestra, pero nunca a siniestra, no lo sé.

Hay tantos cientos de miles de infinitos de cosas que te has quedado guardadas, haciendo que la vida de los hombres (los hombres, no tú ni los demás, ni siquiera algunos) sea cada día una odisea de descubrimientos que pueden hacer que cada fibra del retorcido camino de fibras y neuronas que nos has regalado (o prestado, según sea el caso) se retuerzan tratando de adivinarte el pensamiento.

Es por eso que me agradas, porque en cada punto, en cada roca, en cada diezmilésima parte de cada una de las partículas más pequeñas has ocultado un pensamiento, un misterio o una ciencia que a nosotros (no a ti, ni a los seres oscuros, sino a nosotros) nos encanta escudriñar.

Has escondido entre las piedras los secretos de la vida misma y dentro de cada pequeña célula del corazón, nuestro principal (y quizá único) motivo para vivir. Es debido a esto que escribo cartas y cuento sueños y pesadillas: porque en cada uno de estos logro encontrar un pequeño secreto, una marca difusa de tu aliento o de tu mano y, que todo junto, me encanta disecar.

Mucha de la gente que conozco dice que sueles hablar a los hombres, sin embargo, según he podido enterarme, esto generalmente lo haces de manera indirecta: sueles susurrar a los oídos de las personas palabras suaves. Este método me parece algo anticuado hoy en día. En aquellos días cuando solías caminar sobre la tierra enseñando grandes ideas radicales, parece ser que difícilmente eras escuchado; así pues, hoy en día parece ser que tus suaves murmullos son opacados por el estruendo de grandes máquinas y cortas pero incitantes propuestas indecentes que dejan poco espacio para los murmullos y entonces me es imposible escucharlos.

Tampoco logro entender qué es lo que estuviste pensando mientras sufrías clavado en aquel gran madero. Tengo un amigo que me ha contado que muy seguramente aquello que pensaste en aquella terrible tarde será lo mismo que hoy piensas mientras tantas personas te crucificamos a diario y de manera innecesaria. Mi amigo, por supuesto que sabe muchas más cosas de ti de lo que yo nunca he podido aprender.

Mi familia me ha dicho que en aquellos momentos cuando necesite platicar con alguien, lo único que necesito hacer es cerrar los ojos, no los oídos, e imaginar que estás al lado mío escuchando todo aquello que tengo que decir. Pero tengo un pequeño problema con esto. Cuando suelo platicar con alguien, generalmente hay ruidos y cientos de pequeñas cosas que nos suelen distraer, así pues, jamás lograría hablar con esa persona con tan sólo imaginar que lo hago mientras tengo los ojos cerrados. Con esto en mente, ¿cómo puedo hacer para hablar contigo sin imaginarlo?

También me han dicho que sueles ayudar a aquellos que te lo piden. Me he quedado pensando en esto y quisiera decirte que hoy me siento un tanto triste: me he perdido el último capítulo de mi serie de tv favorita, ¿podrías hacer algo para que lo vuelvan a repetir?

Por último, sólo quisiera pedirte que cuides a mi familia, a todos los seres que amo y a mi, ya que la mayoría no hemos sabido cuidarnos solos así que necesitamos alguien que cuide que no nos incendiemos unos a otros, además la mayoría tienen más preguntas que yo y tampoco han logrado dar con tu email, así que me han pedido que pida de tu cuidado por medio de esta carta que espero que puedas leer.

Te amo mucho y te extraño más, aunque a veces no logre recordarlo del todo y me haces mucha falta. Quisiera que siempre podamos platicar.

Saludos, quizá, del último de tus hijos.

No hay comentarios.: